Hoy hablamos de las cabañas menstruales. Lugares de reclusión y aislamiento donde las mujeres deben confinarse durante su menstruación.
Ni te arrimes a la maceta que la marchitas. Anda que no he tenido que oír veces esta frase a mi abuela. No porque yo sea una asesina de plantas (que un poco sí, todo sea dicho), si no porque ella estaba convencidísima de que cuando tenía la regla yo era un ser impuro que podía destruir todo aquello que tocase, sobre todo sus adoradas plantas.
Como mi abuela, generaciones y generaciones han interiorizado y asimilado esa dañina asociación menstruación → ser impuro. Recordad que cuando hablamos del origen del mito de la toxicidad menstrual, ya mencionamos que, en el año 77, Plinio el Viejo en su Naturalis Historiæ nos «acusaba» de agriar el vino, secar semillas y bla, bla, bla. Vamos, que la idea viene de lejos.
Y aún así, todavía tengo que dar las gracias porque mi abuela fuese extremeña y lo único que me prohibiese fuera regar sus queridísimas (y preciosas) flores. Porque si en vez de extremeña hubiera sido nepalí, estoy segura de que me hubiese metido en una cabaña menstrual.
Chhaupadi
Así es como se llama esta tradición que se práctica en algunas zonas rurales de Nepal y que consiste en aislar a la mujer durante su menstruación en chozas de barro o piedra conocidas como cabañas menstruales. Chozas mal ventiladas y con lo justo para que no te mojes si llueve y poco más.
¿Por qué? Por superstición. Piensan que durante este período la mujer es impura y puede traer todo tipo de desgracias. Por eso se las aparta de la vida pública: de la familia, el colegio, cualquier evento social…, tan sólo se les permite trabajar en el campo siempre y cuando no tengan ningún tipo de contacto con nadie.
Se les prohíbe cualquier contacto social y se las destierra a estas cabañas o, en el mejor de los casos, se encierran en alguna habitación o cobertizo apartado de la casa.
Pero además de este destierro social, también deben restringir su alimentación a arroz y poco más, puesto que creen que si toman leche, carne o cualquier derivado de un animal durante su menstruación pueden hacer que enferme dicho animal.
Tampoco pueden beber agua de las fuentes ni bañarse o lavar la ropa en los ríos no vaya a ser que quien venga detrás caiga enfermo, se convierta en piedra o se desintegre.
La maldición de Indra
Si en Occidente el mito de la toxicidad menstrual tiene solera, esta superstición nepalí tampoco se queda corta y se remonta a un mito religioso, la maldición de Indra.
Indra era el más importante entre los dioses védicos (la religión del período védico, anterior al hinduismo). Digamos que es el «Zeus védico». De hecho, Indra era el jefe del panteón, el dios de dioses, y su arma principal también era un rayo.
Como buen dios guerrero tuvo innumerables batallas. La primera que libró, al parecer al poco de nacer, y que más tiempo duró fue contra su archienemigo Vritrá. Una serpiente o dragón que representaba la sequía, entre otras cosas, porque tuvo retenida todo el agua del mundo hasta que Indra le mató.
El problema es que, según una leyenda, Vritrá era en realidad la encarnación de un Brahamán, un sacerdote de la casta superior. Y matar a un sacerdote era un pecado, así que a partir de ese momento Indra tuvo que cargar con la maldición de haber matado a un sacerdote.
Cargó con ella durante un año hasta que ya no pudo más y para aliviarse, repartió su sufrimiento y su maldición en cuatro partes. Una para la Tierra, otra para el agua, otra la absorberían los árboles y la última las mujeres.
Y ahora, ¿adivináis cómo las mujeres se hacen cargo de la maldición de Indra? Exacto, a través de la menstruación.
Cabañas menstruales en la actualidad
Aunque esta práctica fue ilegalizada en 2005, la tradición pesa más que la ley. A pesar de los intentos del gobierno nepalí por erradicarla aumentando las sanciones, a día de hoy siguen apareciendo noticias de mujeres que han muerto en estas chozas a causa de mordeduras de serpientes o por inhalación de humo.
Y aún habrá gente que se pregunte por qué es necesaria la educación sexual…
Atribuciones:
La foto de portada pertenece a mariajo12 y se reproduce bajo licencia CC BY-NC 2.0.
Fuentes:
Carla Mila dice
Maravilloso artículo, cómo no podía ser de otra manera.
Curioso lo de las cabañas, que maldición debería ser mujer en aquella época tan sólo por eso.
Saludos
Maryasexora dice
El problema es que hoy en día sigue siendo «una maldición» ser mujer en muchos países…😔
Gracias por la visita.
¡Feliz semana!
elena guerrero montejo dice
Enhorabuena por el articulo , y comparto tu comentario.
Maryasexora dice
Gracias a ti por la visita.
Besicos.