El mito de Eros y Psique es considerado uno de los relatos de amor más bonitos de la mitología griega. ¿Quieres saber por qué?
Estando en el mes del amor es casi imposible no dedicar nuestra sección de Sexo divino o bien a San Valentín o a Cupido. Como hace tiempo ya hablamos del origen de San Valentín, esta vez toca hablar de Cupido (según la mitología romana) o Eros (en la mitología griega). Así que para esta nueva entrega de Sexo divino he elegido una de las historias de amor más míticas de la mitología griega, el mito de Eros y Psique.
La versión completa de este mito la dejó inmortalizada Apuleyo en el siglo II en su Metamorfosis o El asno de oro. Obra que se puede leer de forma gratuita gracias al Proyecto Gutenberg.
Yo, aunque no tengo tanto arte como él para contarla, por lo menos, lo voy a intentar.
Mito de Eros y Psique
Psique
Ella era la menor de las tres hijas de unos reyes. Aunque las tres eran bellísimas, Psique era la que se llevaba la palma. Hasta tal punto llegaba la fama de su belleza que había gente que acudía de otras ciudades y reinos sólo para poder contemplarla y ofrecerla algún presente.
Pero esta belleza, además de visitas, también le acarreaba un par de problemillas. Uno era que su hermosura imponía tanto a los hombres que estos no se atrevían a ir más allá de un ramo de flores y pá casa. Vamos, que todos pensaban que Psique estaba fuera de su alcance y eso hacía que ella no tuviera ningún pretendiente, ni expectativas de tenerlo.
El segundo problema era que su popularidad estaba despertando los celos de la mismísima Venus (Afrodita) porque la gente estaba más interesada en peregrinar y dejar ofrendas a Psique que en ir al templo de Venus. Y por ahí la diosa no pasaba.
Hasta tal punto se le hincharon las narices a Venus que pidió a su hijo Eros (Cupido) que lanzase alguna de sus flechas al ser más despreciable que existiera para que Psique se enamorase de él.
¡Oh hijo, yo te ruego por el amor que tienes a tu madre y por las dulces llagas de tus saetas y por los sabrosos fuegos de tus amores, que des cumplida venganza a tu madre contra la hermosura rebelde y contumaz de esta mujer; y sobre todo te ruego que esta doncella sea enamorada de muy ardiente amor del más bajo y vil hombre que en todo el mundo se halle!
Apuleyo. Metamorfosis.
Eros y Psique
«No esperes yerno que sea nacido de linaje mortal, mas espéralo fiero y cruel y venenoso como serpiente, el cual, volando, fatiga con sus saetas a todos.»
Esto fue lo que le respondió el oráculo de Apolo al padre de Psique cuando fue a suplicarle que le encontrase un marido para su hija.
¿Recibió esta respuesta porque Eros había cumplido lo que su madre le ordenó? Spoiler: NO.
El oráculo también le dijo que debía llevar a Psique al peñasco más alto que encontrase y dejarla ahí. ¿Qué pasó cuando lo hizo? Que cuando Psique se quedó sola, un viento la transportó a un precioso prado junto a un hermoso palacio lleno de sirvientes invisibles dispuestos a cumplir sus deseos noche y día.
Y es que todo había sido una tapadera porque Eros se enamoró de Psique en cuanto la vio. Por eso, para que su madre no se enterase de que no sólo la había desobedecido, si no que además se había enamorado de Psique, montó esta puesta en escena.
Pero para que todo saliera bien y Venus no sospechase nada, era muy importante que Psique jamás supiera quien era su marido. De ahí que para que no sospechase nada, ella no pudiera ver ni a los sirvientes ni a su marido.
Por el día las voces se ocupaban de entretenerla y agasajarla con todo tipo de manjares y por la noche su marido la entretenía de otra manera. Porque verle no, pero tocarse bien que podían.
Las cuñadas
Supongo que los placeres carnales y divinos calmaron las posibles ganas de Psique de andar haciendo preguntas y causaron que estuviera conforme con su nueva y divina vida marital. Porque aunque no sabía quién era su misterioso marido, sí que se olía que detrás de todo esto sólo podía estar un Dios. Y teniendo en cuenta que el oráculo vaticinó que se casaría con una cruel y venenosa serpiente, pues el cambio no le había salido nada mal.
A pesar de todo, ella se sentía un poco sola. No es para menos si la pobre no había visto a nadie desde que la dejaron en el peñasco aquel.
Así que un día le pidió a su marido que, por favor, dejara que sus hermanas la visitaran. Eros aceptó a regañadientes su petición, a cambio de que Psique le prometiera que no se dejaría comer la cabeza por sus hermanas. Pero se la dejó comer.
Entre que este matrimonio no parecía muy normativo y que a ellas les entró cierta (mucha) envidia de la vida que llevaba Psique, la empezaron a malmeter con que si aquí hay gato encerrado, cómo que no puedes ver a tu marido, que si no es oro todo lo que reluce, que si se esconde es por algo… Total, que al final la convencieron para que descubriera quién se metía cada noche entre sus sábanas. Idea que tampoco me parece descabellada, todo sea dicho.
Eros y Psique, la ruptura
Así que una noche, candil en mano, Psique se dispuso a ponerle cara a su marido. Cuando descubrió que era el mismísimo Eros, no se lo podía creer. Tan absorta estaba deleitándose en su belleza que no se dio cuenta de que una gota de aceite caliente cayó en el hombro de Eros despertándole.
Cuando Eros vio que Psique había incumplido su promesa, recogió sus flechas y la abandonó sin decir adiós, dejándola desolada. Bueno, en verdad sí que le dijo cosas. Básicamente le recriminó cosas.
Para rematar la faena, una gaviota le fue con el cotilleo a Venus. Enterarse de que su hijo se había enamorado de Psique, incumpliendo su petición y que encima ella le hubiera herido, física y emocionalmente, no llenó a Venus ni de orgullo ni de satisfacción. Tanto le cabreó la noticia que emitió una orden de «búsqueda y captura divina» contra Psique. Vamos, que puso precio a su cabeza.
Psique, sabiendo que la andaba buscando su divina suegra, pensó que si se presentaba por su propio pie ante ella, tal vez Venus se apiadaría un poco. Pero no.
Las pruebas de Venus
De primeras la hizo azotar. Así, para entrar en calor. Luego le mandó realizar cuatro tareas que sabía que eran imposibles para cualquier mortal.
La primera consistió en mezclar un buen puñado de trigo, cebada, mijo, centeno, garbanzos y lentejas y le dijo a Psique que tenía hasta la noche para separar todos los granos. Por suerte, unas hormigas se compadecieron y la ayudaron a separar las semillas.
Al día siguiente la mandó de paseo, pero no para que comprase pan. Le pidió que cruzara un río para que le trajese el vellocino de unos salvajes y violentos carneros que pastaban al otro lado. Psique se fue hacia allá, no con la idea de cumplir el mandato de Venus, si no con la intención de suicidarse ahogándose en el río. Pero de nuevo, una caña, por inspiración divina, la ayudó a encontrar el momento más adecuado para poder regresar con el vellocino sin cabrear a los carneros.
Pero la jornada de paseos no terminó ese día. Venus, con un cabreo de tres pares de narices, siendo consciente de que estaban protegiendo a Psique, la mandó a por agua al quinto coño. Bueno, al quinto coño no, a una fuente que estaba en lo más alto de unos riscos que parecían llegar hasta el cielo. En esta ocasión fue el mismísimo Júpiter (Zeus) quien le echó una mano e hizo que un águila volara hasta la fuente y llenase de agua el vaso que le había entregado Venus.
Bajada a los infiernos
Venus, colérica, ya la mandó directamente al infierno. Literalmente, la envió al inframundo a por un poco de belleza de Proserpina a sabiendas de que era imposible que una mortal pudiera regresar de allí. Y encima, se lo ordenó con su puntito de crueldad:
… vete a los palacios del infierno, y darás esta bujeta a Proserpina, diciéndole:«Venus te ruega que le des aquí una poca de tu hermosura, que baste siquiera para un día, porque todo lo hermoso que ella tenía lo ha perdido y consumido curando a su hijo Cupido, que está muy malo»; y torna presto con ella, porque tengo necesidad de lavarme la cara con esto para entrar en el teatro y fiesta de los dioses.
Apuleyo. Metamorfosis.
Pero, una vez más, y contra todo pronóstico consiguió la belleza de Proserpina y salir del inframundo sana y salva. Aunque de nuevo, la curiosidad le jugó una mala pasada y no se pudo resistir a abrir aquella caja llena de belleza para echarse ella misma un poco. Cuando la abrió, un sueño infernal (un narcótico) se apoderó de ella y cayó inconsciente.
Eros y Psique, la reconciliación
Eros, que a pesar de las heridas y el dolor, seguía enamorado de Psique, salió volando para rescatar a su amada de aquel sueño mortal. Sabiendo que su madre se había pasado tres pueblos con ella, Eros pidió a su padre que le ayudase a aplacar la ira de Venus para que les dejase vivir su amor en paz.
Júpiter acepta no sin antes pedirle un favor a cambio. Que Eros le «eche una flecha» cada vez que se encapriche de alguna doncella. Recordemos que Zeus (Júpiter) es muy Zeus y mucho Zeus.
…si tú sabes de alguna doncella hermosa en la tierra, por este beneficio que de mí recibes has de pagarme con ella la recompensa.
Apuleyo. Metamorfosis.
Cerrado el trato entre padre e hijo, Júpiter mandó llamar a todos los dioses y a Psique a su palacio e hizo que ella bebiera del licor de los dioses para hacerse inmortal y poder celebrar la boda entre Eros y Psique.
Los novios fueron felices, comieron ambrosía eternamente y a su hija la llamaron Voluptas (Hedoné en la mitología griega) que significa placer y que representa el deseo sexual. Pero eso ya es otra historia…
Atribuciones:
La foto de portada es de Mahmut……. y es de uso gratuito.
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