Por lo general, religión y sexualidad no hacen buenas migas. Pero eso no tiene que ser siempre así. De vez en cuando hay excepciones. Hildegard von Bingen es un ejemplo de ello.
Esta monja, abadesa y, desde 2012, santa, habló en el siglo XII de sexualidad en general y de placer femenino en particular.
Hildegard von Bingen
Hildegard von Bingen, castellanizada como Hildegarda de Bingen, nació en 1098. No se sabe exactamente el día, pero parece que puede estar en torno al 16-17 de septiembre. Tampoco se sabe a ciencia cierta el lugar de nacimiento, aunque muchas fuentes apuntan a Bermersheim, hoy conocido como Bermersheim vor der Höhe, Alemania.
Si una mujer en el siglo XI tenía pocas o ninguna opción de elegir su futuro, nuestra ilustre del sexo tuvo aún menos.
Entre que era la menor de diez hermanos, que tenía visiones desde los 3 años y que era bastante enfermiza, sus padres, unos nobles de la región, decidieron ofrecerla como diezmo a Dios. Vamos, que la entregaron al cuidado de una monja para que recibiera educación religiosa.
Hildegard von Bingen, monja
La elegida para esa tarea fue Jutta von Sponheim. Jutta era la hija de un conde que, al igual que Hildegard, también estuvo gravemente enferma cuando era niña. Cuando inesperablemente se curó, decidió (o decidieron) que debía dedicar su vida a Dios.
Por ello fundó una ermita para la educación de otras jóvenes nobles junto al monasterio benedictino de Disibodenberg.
Bajo la tutela de Jutta, nuestra ilustre estudió la Biblia, aprendió a leer en latín, se formó en canto gregoriano, herbología… Empezó a destacar entre las demás y la fama de ambas, de Jutta como maestra y de Hildegard como alumna, se extendió como la pólvora. Y lo que comenzó como una pequeña ermita para albergar a unas pocas chicas, se acabó convirtiendo en un pequeño convento. Convento del que Hildegard se hizo cargo como abadesa cuando, en 1136, murió Jutta.
Hildegard von Bingen, escritora
Hildegard fue abadesa, médica, poeta, filósofa, naturalista, compositora… y escritora.
Las visiones que tenía fueron una constante en su vida. Y en 1141, durante uno de esos episidios, tuvo la visión de que debía dejar constancia escrita de estas vivencias.
Dicho y hecho. En 1141, con la ayuda de otro monje que hacía de secretario para corregir errores y «pasar a limpio» los escritos, puesto que ella no dominaba la escritura en latín, empezó a escribir su primer libro, Scivias. Una obra profética que recoge veintiseis de sus visiones sobre la creación del mundo y el pasado, presente y futuro del ser humano.
Pero una cosa era ponerse a escribir y otra muy distinta era atreverse a publicarlo.
Ahí quiso ir con pies de plomo y se aseguró de ir por el buen camino. Para ello se dirigió a Bernardo de Claraval, un monje cisterciense que, por aquel entonces, tenía bastante peso en la iglesia. La apuesta le salió bastante bien porque con su apoyo consiguió en 1148 el permiso del Papa Eugenio III para poder publicar sus obras.
Hildegard von Bingen y el placer femenino
En total, Hildegard von Bingen escribió doce obras. Pero la que nos interesa, la que la convierte en una ilutre del sexo, es Causae et Curae (Problemas y Remedios).
A pesar de haber pasado toda su vida entre conventos y no haber mantenido relaciones sexuales, en este texto habla sin trapujos de sexualidad. Habla de la creación del semen, de la menstruación, la concepción… Y encima, ¡de forma positiva!
Normalmente, cuando alguien de la iglesia habla de sexualidad es para referirse a ello como algo negativo, sucio, prohibido… Pero ella no. Su visión no es la de un mero trámite para tener descendencia. Ella lo veía como algo pasional en la que las dos partes tenían su papel y con lo que ambos disfrutaban.
Cuando la mujer está en coyunda con el varón, entonces el calor de su cerebro, que tiene el placer dentro de sí, prefigura el gusto de ese placer de la coyunda, así como la efusión de semen del varón. Después que el semen cae en su lugar, el fortísimo calor del cerebro del que hablábamos lo atrae hacia sí y lo retiene, y después los riñones de la mujer se contraen y todos los miembros, que en el tiempo de la menstruación estaban preparados para abrirse se cierran enseguida, como un hombre fuerte que encierra alguna cosa en su mano.
Libro de las causas y remedios de las enfermedades. HILDEGARDIANA. Madrid. Febrero 2013. Pág 89.
Esta explicación es considerada la primera descripción del orgasmo femenino desde el punto de vista de una mujer.
Hildegard von Bingen y el pecado original
Pero además de intentar hacer ver a sus coetáneos, y al mundo entero, que la mujer no era un sujeto pasivo y que sentía placer, también quiso quitarle el sambenito de ser «la mala de la película», la culpable del pecado original. Aunque no triunfó demasiado en esta misión.
Al contrario de como muchos teólogos nos la han pintado, para Hildegard, Eva no era esa mala pécora que sedujo a Adán para que mordiese el fruto prohibido.
Para ella, el culpable de todo fue el demonio. Satanás, envidioso de la maternidad de Eva porque sus hijos iban a reemplazar a sus ángeles en el cielo, la engañó soplando veneno en la manzana que posteriormente dio a probar a Adán.
Esta conclusión no la saco yo, es de Ortúzar, M.J. de la Universidad de Chile que hace un analisis muy interesante de la visión de Hildegard y la relación entre el pecado original y la lujuria. De la dulzura y el placer de morder la carne de la manzana y la lujuria.
Hildegard von Bingen, olvidada en la historia
Hildegard murió en 1179 con 81 años. Algo bastante inusual en esos años. Y a pesar de ser una de las mujeres más influyentes del medievo, sus obras, su labor, sus ideas y ella misma cayeron en el olvido durante siglos.
Por suerte, hace años se empenzó a enmendar este error y no son pocas la voces que están volviendole a rescatar la figura de esta feminista monja medieval.
Por olvidarse, se «olvidaron» hasta de su canonización. El primer proceso de canonización lo inició el Papa Gregorio IX en 1235, pero no consiguió la canonización hasta el 2012 cuando el Papa Benedicto XVI la incluyó en el santoral y, además, la nombró «Doctora de la Iglesia». Aunque claro, en este caso, más que olvidarse de ella, es que sus ideas «pisaron muchos callos» y se ganó bastantes enemigos, sobre todo en el mundo clerical.
Fuentes:
- Causas y remedios de las enfermedades. HILDEGARDIANA. Madrid.
- Ortúzar, M.J.; De gustu pomi: Hildegard y la condición humana. Universidad de Chile.
- www.heiligenlexikon.de
Carla Mila dice
Genial post, como ya nos tienes acostumbrados.
Lo que no entiendo de esta mujer tan polifacética, es que escribiera de sexualidad dada su condición de monja.
Bueno, cosas de la vida.
Feliz semana!
Maryasexora dice
Ya, es un poco chocante. Pero alguien de la iglesia que tiene un concepto sano y positivo de la sexualidad no podía faltar en nuestra sección de Ilustres.
Feliz semana.
Besicos.