Marguerite Steinheil tuvo varios amantes pero se hizo famosa por uno en concreto. Bueno, más bien por lo que le hacía cuando murió. Félix Faure, el sexto presidente de la república francesa, murió mientras Marguerite Steinheil le hacía una felación.
Quizá el nombre de Marguerite Steinheil no os suene mucho pero su vida bien merece una entrada en nuestra lista de Ilustres del sexo.
Aunque tuvo varios amantes, saltó a la fama por uno en concreto. Bueno, más bien por las circunstancias en las que murió. Se dice, se cuenta, se rumorea, que Félix Faure, el sexto presidente de la república francesa, murió de apoplejía mientras Marguerite le practicaba una felación. Circunstancia que le hizo ganarse el apodo de la «Pompa Fúnebre».
Pero no sólo ese escándalo marcó su vida, años más tarde fue acusada de doble asesinato. Su marido y su madre fueron encontrados muertos en el domicilio familiar y a ella se le acusó del asesintato de ambos. Dada las extrañas circunstacias de las muertes y la popularidad de nuestra ilustre, el jucio se conviertió en un circo mediático y pasó a la historia como L’affaire Steinheil.
Marguerite Jeanne Japy
Marguerite Jeanne Japy, más conocida como Meg, nació el 16 de abril de 1869 en Beacourt, un municipio francés cerca de las fronteras de Suiza y Alemania. Municipio que según ella cuenta en sus memorias: «pertenecen o dependen de la familia Japy, cuyas vastas fábricas y molinos dan vida a miles de trabajadores.»
Era la hija de Édouard Louis Japy y de Émilie Rau. Y aunque Édouard rompió lazos con su todapoderosa e industrial familia, al parecer por querer casarse (tan sólo) con la hija de un posadero, no le dejaron descalzo. Eso permitió que Marguerite pudiera tener una buena educación. Mientras que su hermano Julien y sus hermanas Juliette y Mimi fueron criados en internados, Marguerite, el ojito derecho de papá, disfrutó de una educación en casa.
Casa que, para que veáis que le iba bastante bien al señor Japy a pesar de no llevarse con la familia, tenía tres plantas y 40 habitaciones. No, no se me ha ido el dedo.
Primeros amores
A los diecisiete años tuvo su debut en sociedad y aquí es cuando empiezan a aparecer los hombres en su vida…
Digamos que su padre, que la adoraba y que le decía: «Trata de amarme todo el tiempo que puedas. Un padre como el que tienes vale todos los maridos del mundo», no disfrutó tanto de la fiesta como su hija. Y es que gracias a su hermano Julien, que por aquel entonces ya era teniente del ejército, aquello estaba lleno de jóvenes oficiales que le no quitaban ojo a «su niña».
Motivos para desconfiar de ellos no le faltaban al señor Japy porque justo uno de ellos, el teniente Edouard Sheffer, se convirtió en el primer amante de Meg.
Sheffer, que era amigo y compañero de su hermano Julien, no era un desconocido para la familia e incluso parece que el padre de Meg le apreciaba. Eso sí, hasta que empezó a salir con la niña… Ahí la cosa empezó a cambiar y empezaron los peros. Que si aún eres muy joven, que si a él le pueden mandar a cualquier destino, que si él es demasiado pobre… Oh, sí! Su padre jugó la misma carta que años atrás le sacó su propia familia cuando quiso casarse con Émilie. Que pronto nos olvidamos de las cosas a veces…
Pero en este caso, la presión familiar pudo más que el amor y Meg se vió obligada a cortar la relación con su «pobre» teniente. Y por si acaso y para poner tierra de por medio, su padre la envió a Bayona, donde vivía su hermana Juliette.
Fue justo allí donde recibió un duro golpe. El catorce de noviembre de 1888 le dijeron que su padre había muerto de una insuficiencia cardíaca. Ella tenía diecinueve años y quedó destrozada por la noticia. Meg adoraba a su padre tanto o más que él a ella.
Marguerite Steinheil
También fue en Bayona donde su hermana y su cuñado le presentaron a un amigo suyo. Un pintor parisino, de nombre Adolphe Steinheil, que se convertiría en su futuro marido. Aunque lo suyo no fue un flechazo ni mucho menos. Esta es la primera descripción que hace de él en sus memorias:
En casa de mi hermana me mostraron la fotografía del pintor, un hombre corto de al menos cuarenta años, delgado, con ojos pequeños, bigote oscuro y barba puntiaguda. «¡No, gracias!» Exclamó: «Nunca soñaría con casarme con un hombre así. ¡Por qué, parecería que fuera su hija!»
Mis memorias. Marguerite Steinheil
¿Qué hizo que cambiara de opinión? Pues si hace un par de años la presión de su padre consiguió acabar con su primer amor, en este caso, la presión familiar, en concreto, la de su tía y su madre, logró que la balanza se decantara a su favor frente al resto de sus pretendientes. Eso y la perspectiva de vivir en París.
Entre unas cosas y otras, poco a poco le empezó a mirar con otros ojos y finalmente se acabaron casando en juilo de 1890, convirtiéndose así en Marguerite Steinheil.
Vida en París
Con lo que no contaba nuestra iliustre al llegar a su nueva casa en París, es que la tendría que compartir con su cuñada. Y no es que se llevaran mal. Pero la cuñá era mu señora de su hogar y le dejaba meter baza entre poco y nada.
¿Cómo solucionó este pequeño conflicto familiar? Buscándole marido. Y oye, le salió de lujo la cosa porque a los seis meses de su llegada ya tenía casada a la cuñada. Encima, para rematar la jugada, como regalo de bodas le colocó todos aquellos muebles viejos de la casa que a Meg no le gustaban y que ella nunca le dejó quitar. Bien jugado Meg.
Antes de cumplir el primer año de casados tuvieron a su primera y única hija, Marthe. Pero no nos engañemos, el matrimonio Steinheil no era un matrimonio bien avenido. Al poco de nacer su hija, Meg empezó a barruntar la idea del divorcio. ¿Los motivos? Sólo ella los sabe y no quiso dejarlos explicados en sus memorias.
Pero una vez más, como ya sucedió con su matrimonio, la persuadieron para no hacerlo. Y tras hablarlo (discutirlo) con su marido, llegaron al acuerdo de «quedar como amigos» y seguir conviviendo juntos para no dar que hablar pero haciendo vidas separadas.
A partir de este acuerdo comienza una nueva vida para Marguerite Steinheil. Una Meg liberada. Empieza a dar cenas, fiestas, conciertos, recepciones… Por su salón pasaron diplomáticos, escritores, compositores, pintores, políticos… Y digamos que unos lo visitaron y pasaron más tiempo que otros en él … Porque sí, su salón se hizo un hueco en la sociedad parisina pero su belleza también caló hondo entre sus invitados.
Cuenta la rumología que muchos de esos asiduos más íntimos, para lavar su conciencia, lo que hacían era comprarle pinturas a Adolphe Steinheil.
Félix Faure
Aunque Félix Faure no era un asiduo de su salón, por lo visto sí que coincidió varias veces con él en otros eventos y parece evidente que se encaprichó de ella. Pero aunque en sus memorias cuenta que sí que hubo atenciones, regalos y cortejo, ella no picó. Vamos, que en sus memorias, de sexo, ná de ná.
Según Meg, para Félix Faure, ella era su confidente. Incluso se viene un poquito arriba y dice que gracias a ella el presidente evitó cometer errores problemáticos. Como buena confidente y «amiga íntima» del presidente, entraba y salía del Elíseo a sus anchas. Aunque eso sí, siempre a escondidas por una pequeña puerta en los jardines.
Marguerite mantiene en sus memorias que el motivo por el que iba tanto al Elíseo y tenía tantos encuentros privados con el presidente era porque estaba preparando las memorias de Félix… Pero esta versión no se la cree nadie.
Muerte de Félix Faure versión Marguerite Steinheil
Según lo que cuenta Meg, es que aquel 16 de febrero de 1899, de primeras, ella no tenía ninguna gana de ir al Elíseo a ver a Félix pero que al final tuvo que ir porque el presidente insistió en verla.
En cuanto llegó al Elíseo le notó que estaba paliducho. Como estaba bastante regulero le pidió que, justo ese día, en vez de estar en el salón azul donde siempre se reunían para escribir las memorias, fueran a una habitación en la que nunca habían estado… Oh, vaya, que casualidad…
El caso es que según ella, él se mareó y ella se fue para que descansara. Por la noche la llamaron para decirle que él había muerto de un derrame cerebral.
Al día siguiente los periódicos ya se hacían eco de la noticia y en algunos, incluso, ya se insinuaba que ella le había asesinado. En otros, en cambio, la asesina era una conocida actriz o una dama judía (no podía faltar el antisemitismo en una historia de final del siglo XIX).
Pero el caso es que en todos se sugería que había sido una mujer, ¿por qué? Porque no se sabe realmente cómo murió Félix, pero es vox populi que no fue dictando unas memorias.
La versión popular de la muerte de Félix Faure
Lo que omite Meg en sus memorias son los detalles que dan esos periódicos sobre la muerte del sexto presidente de la república. Detalles en los que una presencia femenina es determinante.
Los más pudorosos hablan de que el presidente fue encontrado con los pantalones bajados hasta los tobillos y Marguerite Steinheil vistiéndose apresuradamente. Y los menos pudorosos van más allá y describen una escena bastante más morbosa en la que encontraron al reciente difunto amarrando fuertemente del pelo a Meg mientras le hacía una felación. Otros aseguran que hasta la tuvieron que cortar el pelo para poder soltarla del rigor mortis.
Lo que Meg sí menciona en sus memorias es que después de este trágico incidente fue difamada y humillada. Y es que en toda Francia fue conocida como la Pompe Funèbre. En alusión a las funerarias y porque pompe en francés también puede significar bomba.
Repito, a día de hoy aún no se sabe las circunstancias exactas de la muerte de Félix Faure y no sé si algún día las sabremos. Pero hay un abismo entre lo que cuenta Meg en sus memorias que, por otra parte, son un lavado de cara tras su jucio, y lo que ha pasado a la historia como motivo de su muerte.
No obstante, si no hubo mamada mortal de por medio, si lo que cuenta Meg es cierto, ¿cómo pudo nacer y cuajar este malicioso rumor? Pues, (esto ya es paja mental mía personal) porque parece ser que el presidente solía tomar una especie de «viagra de la época» a base de fosfuro de zinc antes de encontrarse con sus amantes que pudo ser el desencadenante de su fatal derrame… cerebral.
Así que entre este dato y la visita aquella tarde Meg, que ella misma confirma, imagino que no fue difícil atar cabos, montarse la película y dejar volar la imaginación.
Acusada de doble asesinato
Tras este escándalo, Marguerite Steinheil reabrió su salón y volvió a la vida pública para restituir su honor y su nombre. Años más tardes, en 1906, compró una villa a las fueras de París para llevar una vida algo más discreta.
Pero si pensáis que sus últimos días fueron de paz y tranquilidad os equivocáis. Aún tendría que pasar por un trágico suceso.
Sobre este punto Marguerite habla largo y tendido en sus memorias, de hecho, este es el objetivo de sus memorias, lavar su imagen tras este incidente. Pero para no alargarme mucho más os hago un resumen rápido.
La mañana del 31 de mayo de 1908, Rémy Couillard, un miembro del servicio, encontró en el domicilio familiar de los Steinheil en París a Adolphe Steinheil y a Émilie Japy, la madre de Meg, muertos. Adolphe había sido estrangulado en su habitación y la madre, que se encontraba de visita, murió de un ataque al corazón producido por un shock, en la habitación de Meg. La propia Meg fue encontrada amordazada en la habitación de su hija.
Meg declaró que por la noche tres hombres y una mujer la amenazaron con un revólver y le exigieron dinero. Luego la ataron, le pusieron un pañuelo en la cara y perdió la conciencia. Según ella, aquella noche salvó su vida porque los ladrones pensaron que era Marthe, su hija, y se apiadaron de ella por su juventud. Por cierto, Marthe aquella noche no se encontraba en el domicilio familiar de París. Justo esa noche durmió en Bellevue.
El caso es que entre que hubo varias contradicciones en las declaraciones, que aquella noche no se robó nada, que según uno de los médicos las ataduras no eran muy fuertes y que luego acusó al propio Couillard de los asesinatos, al final las sospechas recayeron en ella.
¿Los motivos que se argumentaron? Deshacerse por fin del lastre de su marido para casarse con quien quisiera. ¿Y por qué matar a su madre? Digamos que por daño colateral. Matar sólo a su marido y salvarse ella y su madre levantaría muchas sospechas. Que les asesinaran a los dos durante el asalto era más creible.
En noviembre de 1908 fue detenida y acusada del doble asesinato. Pero cuando se celebró el juicio, el 14 de noviembre de 1909 Marguerite Steinheil fue absuelta de los cargo contra ella por falta de pruebas. Eso sí, los 353 días que se comió en la prisión de Saint-Lazare mientras esperaba que se iniciase el juicio no se los quita nadie.
Después del juicio y para abandonar aquel circo mediático, se mudó a Inglaterra. No sé si con la idea o no de dejar atrás su pasado y sus escándalos, pero se cambió el nombre por Madame de Sérignac.
Y a partir de este punto se le pierde un poco la pista. Tan sólo se sabe que en 1917 se casó con Robert Brooke Campbell Scarlett, el sexto barón de Abinger, y que sus últimos años los pasó en una residencia de ancianos de Brighton donde murió el 18 de julio de 1954.
Fuentes:
Las memorias de Marguerite son de acceso público y gratuito gracias al Proyecto Gutenberg.
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