Michael Dillon fue uno de los primeros, o quizá el primero, en recibir un tratamiento hormonal y el primero en someterse a una faloplastia.
Espero que disfrutéis de esta nueva entrega de Ilustres del sexo.
Laura Maud Dillon
Cuando Michael nació el 1 de mayo de 1915 en el distrito de Kensington, Londres, sus padres le llamaron Laura Maud Dillon. No es que lo hicieran por joder, es que nació anatómicamente como niña y por eso le llamaron Laura.
Lo que sí hizo un poquito por joder el padre de la criatura, el señor Robert Arthur Dillon, fue mandar a Laura junto a su hermano mayor, Robert, a casa de sus hermanas en Folkestone, Inglaterra. Vamos, que le encasquetó a las tías el cuidado de los sobrinos.
¿Por qué? Porque la madre de nuestro ilustre murió a los pocos días del parto por sepsis puerperal y el señor Dillon se tomó este infortunio bastante regular. Culpó a Laura de la muerte de su madre y decidió que cuanto más lejos estuviera la niña de su vista, mejor.
Por si os lo preguntáis, no, con los años el nivel de resquemor/rencor no disminuyó. Porque mientras que su hermano Bobby pasaba los veranos con su padre, Laura disfrutaba de su presencia una semana al año.
Eso sí, como noble y «muybritish» que era, les prometió a sus hermanas que le pagaría una manutención para que no le faltase de ná a las criaturas.
Y es que Robert Arthur Dillon era barón de Lismullen, un condado de Meath, Irlanda. Título que,a su muerte, heredó su hijo Bobby cuando tenía diez años.
Pertenecer a una familia noble y heredar cierto patrimonio permitió que tuviera una buena educación. Pudo estudiar en un exclusivo colegio para niñas y posteriormente entró en St. Anne’s College, un colegio universitario femenino (en aquellos años) de la prestigiosa Universidad de Oxford.
Oxford
Cuando entró en Oxford su verdadera identidad ya pedía salir a gritos.
Mientras que era niña, que se comportara como un «marimacho» tenía un pase. Pero a medida que crecía y se desarrollaba como mujer, la presión para que se vistiera y se comportara como una señorita fue aumentando.
Por eso en Oxford dejó las fiestas a un lado y se centró en el deporte. Primero porque cada vez se le hacía más insoportable representar el papel que se supone que debía hacer. Es decir, llevar vestidos y comportarse de manera educadamente condescendiente*.
* Tradúzcase comportarse de manera educadamente condescendiente como estar toda la noche asintiendo con media sonrisa a las machiruladas del macho alfa de turno de la fiesta.
Y segundo porque el deporte le gustaba y le hacía sentirse bien. Y también se le daba bien, todo hay que decirlo. De hecho, en su segundo año ganó un Rowing Blue, un premio que se concede a los deportistas universitarios que compiten al más alto nivel, y presidió el club de remo de Oxford, Oxford University Women’s Boat Club.
Primeras confesiones
Fue en Oxford cuando por fin se decidió a hablar de «su aversión a las faldas y los vestidos». Y fue ahí cuando escuchó por primera vez la palabra homosexual. Término que no le sonaba de nada ya que no entraba en los planes educativos de sus nobles tías decimonónicas.
Pero esta explicación no le terminaba de convencer. Aunque se enamoró de una compañera de remo que, educadamente, la rechazó, sentía que era otra cosa lo que le pasaba.
Su voz era muy grave, siempre le preguntaban si estaba resfriada, y se sentía mucho mejor con su pelo corto y su ropa «masculina» que llevando falda o vestido. Aunque eso le costase alguna que otra mirada indiscreta y algún que otro comentario fuera de tono.
Tratamiento con testosterona
Cuando finalizó sus estudios en 1938, empezó a trabajar en un laboratorio de investigación (de cerebros) de Gloucestershire como ayudante de autopsias y radiólogía. Allí oyó hablar de un médico experto en «problemas sexuales» al que no dudó en acudir.
De primeras el experto se mostró muy interesado y quiso que también viera a un psiquiatra amigo suyo. Pero luego vio que aquello le venía un poco grande y se desentendió del tema. Aunque eso sí, le soltó un bote de pastillas de testosterona por si le podían hacer algo. Y de esta forma tan rigurosa, señoras y señores, es como nuestro ilustre, probablemente, se convierte en uno de los primeros trans en recibir tratamiento hormonal.
Y para remate de buenas prácticas, encima resultó que aquel psiquiatra tenía la lengua muy larga y una ética muy corta. Un día, comiendo con un amigo que era uno de los médicos del laboratorio donde nuestro ilustre trabajaba, le contó todo su caso.
¿Y qué hizo este médico? ¿Recriminarle su falta de código deontológico? Pues más bien no. Se lo contó al resto del laboratorio. Con lo cual, Dillon se acabó convirtiendo en el chascarrillo de la empresa y blanco de todas las burlas.
Vida en Bristol
Cuando no aguantó más, renunció a su puesto y se alistó con las FANY (First Aid Nursing Yeomanry) mudándose a Bristol.
Lamentablemente, una mala caída con su moto hizo que se lesionase y tuviera que renunciar a las FANY. Aunque tampoco es que le doliese mucho hacerlo ya que las consideraba más bien unas enfermeras «aficionadillas» que unas profesionales.
Lo que sí lamentó de verdad fue la falta de ingresos. Así que para ganarse la vida no tuvo otra que trabajar durante cuatro años en una gasolinera.
Cuatro años que definió como los peores de su vida. Sufriendo continuos bombardeos del ejército alemán (estaban en plena Segunda Guerra Mundial) y durmiendo en el garaje/taller de la gasolinera con el resto de compañeros que le despreciaban y a los que despreciaba.
Porque aunque sus músculos ganaros volumen por el esfuerzo físico del trabajo y le empezó a salir barba por aquellas pastillas de testosterona, ellos le trataban como mujer y, además, así se lo hacían saber a todos los clientes.
Nacimiento de Laurence Michael Dillon
Fue gracias a su hipoglucemia como, por fin, pudo vivir su vida. No, no me he dado ningún golpe en la cabeza. Pero Dillon sí y gracias a ello pudo cambiar su vida. Me explico.
En una ocasión perdió el conocimiento y acabó en el hospital con un fuerte golpe en la cabeza. Seis meses más tarde, le volvió a suceder lo mismo mientras paseaba por la calle. Se desmayó, se golpeó la cabeza y le trasladaron al hospital, al British Royal Infirmary.
Allí le diagnosticaron hipoglucemia y fue allí donde, por fin, un cirujano se interesó por su historia. Tanto que le presentó a un cirujano plástico. Cirujano que también se implicó en su caso porque meses después le hizo una mastectomía. La primera operación a la que se sometió para cambiar su vida.
Un año después de esta operación, en 1943, consiguió que un médico le cambiase el certificado de nacimiento de Laura Maud Dillon por el de Laurence Michael Dillon. Con su nuevo certificado, consiguió su nueva identidad.
Pero no sólo eso, aquel cirujano plástico que le realizó su primera intervención, también le puso en contacto con Harold Gillies, el mejor cirujano del mundo. El padre de la cirugía plástica.
Harold Gillies le prometió que le operaría, pero que ahora mismo estaba un poco líado reconstruyendo soldados de la guerra y que tendría que esperar.
Para hacer la espera más corta, con su nueva identidad, y animado por intentar comprender la relación entre mente y cuerpo, se puso a estudiar medicina.
Aunque para ello tuvo que pedir ayuda a un antiguo tutor de Oxford para que presionara a la secretaría de la universidad y expidiera su título sólo con las iniciales y no con el nombre completo. La maniobra parece que funcionó a la perfección porque le aceptaron en el Trinity College de Dublín.
L. Michael Dillon, estudiante de medicina
Mientras estudiaba medicina se sometió a trece operaciones durante cuatro años. Su última operación de faloplastia (construcción o reconstrucción de un pene mediante cirugía) fue en 1949. Dos años después, en 1951 se licenció como médico.
No sé si cuando acabó la carrera consiguió su objetivo de entender la relación cuerpo-mente, pero en 1946 publicó un libro titulado Self: An Essay on Ethics and Endocrinology. Un libro autobiográfico, aunque escrito de manera impersonal, sobre transexualidad.
Libro que llamó la atención de Roberta Cowell, la primera mujer británica en someterse a una cirugía de transición. Mujer de la que dicen las malas lenguas que Michael estaba enamorado. Aunque él en su autobiografía no dice nada al respecto. Por no decir, ni la menciona. Y teniendo en cuanta su filosofía en cuanto a mujeres, no sé si creerme en este caso los rumores.
¿Cuál era su filosofía? Pues que si no le puedes dar hijos a una mujer, mejor no te arrimes. Un poquito agg!, ¿verdad? Una forma de pensar que, como os podéis imaginar, no le hizo ser muy popular entre las mujeres y con la que se ganó en la universidad cierta fama de misógeno.
One must not lead a girl on if one could not give her children. That was the basis of my ethics. An evening’s flirting at a dance was one thing and a relief —but no more.
Out of the Ordinary: A life of gender and spiritual transitions. Michael Dillon
Michael Dillon y la prensa
Acabada la carrera y tras un tiempo trabajando en un hospital de Dublín, Michael decide que quiere ver mundo antes de dedicarse a investigar «algo» sobre cerebros. Vamos, que seguía en su empeño en comprender la mente y quería estudiar cerebros, pero aún no sabía exactamente qué y/o cómo.
El caso es que tras escribir a varias navieras, la compañía P&O (Peninsular and Oriental Steam Navigation Company) tras una entrevista y un reconocimiento médico en el que aporta la información justa y necesaria, le considera apto para ser médico en su compañía.
Aunque al principio no estaba muy contento con su nuevo empleo e incluso planteó darse de baja, permaneció en la naviera seis años. Seis años en los que viajó por Asia, Australia y América. Así que sí, vio mundo.
Estando en el barco, de regreso de Estados Unidos, fue cuando se da cuenta de que todo iba a cambiar. Su historia se había hecho pública y se había convertido en carne de cañón para la prensa.
¿Cómo se filtró a la prensa su vida? Por el dichoso condado de Lismullen y su título nobiliario.
Resulta que alguien se dio cuenta de que había una discrepancia en un par de guías o libros genealógicos (no me queda claro qué son realmente estas publicaciones).
Mientras que en Debrett aparecía como sucesor Michael Dillon, en Burke’s Peerage seguía estando el nombre de Laura Maud Dillon. ¿Y por qué en Debrett tenían el nombre de Michael? Porque hace años, el mismo Michael fue con su recién estrenado certificado de nacimiento a pedirle al editor que cambiara el nombre. ¿Por qué? Porque este era el último vestigio de su vida pasada y quería borrarlo.
En teoría, este cambio se tenía que haber reflejado también en el Burke’s Peerage, pero por algún motivo esto no fue así y años más tarde alguien se dio cuenta y le pareció tan interesante que decidió tirar del hilo.
Últimos años en la India
Atosigado por la prensa decide desaparecer en un monasterio de la India un par de años hasta que las cosas estuvieran más calmadas, Esta decisión la pudo tomar porque durante sus viajes con la compañía naviera conoció a un monje budista.
Y es en este punto donde acaba su autobiogrfía.
Pasó sus últimos años estudiando budismo y escribiendo. En 1960 publicó dos libros sobre budismo. Un par de años más tarde, en 1962, con 47 años, murió en un hospital de la India. Su estado de salud se agravó bastante y la estricta y escasa alimentación a base de arroz que llevaba digamos que no ayudó mucho.
Aunque su hermano Robert quiso destruir su autobiografía, el manuscrito permaneció a buen recaudo y se publicó en 2017 con el título Out of the Ordinary: A Life of Gender and Spiritual Transitions.
Fuentes:
Carla Mila dice
Muy interesante la vida de esta persona. Siempre ser el primero o la primera, no sé bien cómo nombrarla demuestra tener un coraje y valentía que va a abriendo la puerta al resto.
Son pioneros de algo que hoy vemos con naturalidad, pero según el artículo, no fue precisamente un camino de rosas.
Excelente, como nos tienes acostumbradas.
Feliz semana!!! Y Felicidades!!
Maryasexora dice
Siempre ha existido gente valiente que da los primeros pasos para que, poco a poco, los demás encontremos las cosas algo más fáciles.
Feliz semana!
Besicos.