Sobre Rasputín circulan cientos de mitos, curiosidades y leyendas porque tanto su vida como muerte están rodeadas de misterio. Y servidora hace mucho que cayó en su embrujo por una de esas historias que se cuentan de él. Una que quiero compartir con vosotros. La leyenda de su descomunal pene.
Como la vida de nuestro Ilustre del sexo daría para varias novelas y esto es solo un artículo de un blog, os aviso que voy a pasar muy de puntillas por su biografía. Aunque sí, las partes más morbosas las contaré. No preocuparse.
Григо́рий Ефи́мович Распу́тин
Que no cunda el pánico. No os ha dado ningún ictus. Por lo visto, según dice el traductor, así es como se escribe en ruso Grigori Rasputín.
Grigori Yefímovich Rasputín nació en 1869 en un pueblo campesino de Rusia, en Pokróvskoye. Aunque sus padres tuvieron nueve hijos, solo dos sobrevivieron. Rasputín y su hermana Feodosia.
Poco se sabe de su infancia. Aunque parece ser que ya desde bien pequeño apuntaba maneras con eso de las visiones. Entre eso, los tics nerviosos que le impedían tener las manos quietas y su aspecto larguiducho, famélico y esa mirada tan hipnotizante, hizo que fuese el blanco perfecto para las burlas de algunos niños de la aldea. Hasta que un día se le hincharon las narices y les plantó cara.
Más allá de este pequeño incidente, cabe destacar otro en el que se vio envuelto en el robo de unos caballos. Aunque él se fue de rositas, salió absuelto del delito, sus compañeros no tuvieron tanta suerte y fueron desterrados a Siberia. No se andaban con tonterías en el pueblo…
En 1887 se casó con Praskovia Fiódorovna Dubróvina. En este punto no me queda claro si tuvieron cinco o siete hijos, pero de lo que no tengo dudas es de que solo sobrevivieron tres: Varvara, Dimitri y Matryona. Matryona, siendo adolescente, se cambió el nombre por María.
Rasputín, el monje loco
Aquí es cuando empieza la chicha de la historia. Y es que pasados unos años, en torno a 1897, decide abandonar su aldea y su familia para hacerse monje. Unos dicen que tomó esta decisión por la muerte de uno de sus hijos, otros van más allá y apuntan a que se marchó porque él estaba directamente implicado en esa muerte. Por una causa o por otra, el caso es que acabó ingresando en el monasterio de San Nicolás de Verjoturie, en Rusia.
Pero la fe en la Iglesia Ortodoxa no le duró mucho. Pronto se dejó llevar por las tentaciones de la secta de los jlystý o khlysty, los flagelantes. La creencia de esta secta es que la salvación sólo es posible a través de un arrepentimiento sincero. Y ese arrepentimiento sólo lo puede tener quien de verdad haya pecado. Es decir, que para obtener el perdón, primero hay que pecar.
Imagino que por eso es sus asambleas bebían, bailaban, entraban en éxtasis, se montaban orgías, se azotaban (de ahí lo de flagelantes)… Para luego acabar arrepintiéndose de corazón (o no) y salir de la reunión completamente purificados.
Así, entre nosotros, qué queréis que os diga. Entre lo aburridas que son las reuniones (dícese de las misas) de las distintas religiones y que no te dejan hacer nada porque todo es pecado, pues normal que Rasputín se dejase llevar por esta secta. Y aunque no queda claro si realmente perteneció o no a la misma, la idea de que para recibir el perdón primero hay que pecar, sí que la hizo suya.
El regreso de Rasputín
En 1903 llega a San Petersburgo autodenominándose monje y con cierta fama de curandero. De hecho, así es como se ganaba la vida. La gente le hacía donaciones por sus visiones y por sanar a sus familiares. Cuando llegó a San Petersburgo siguió ofreciendo «sus servicios» a los más necesitados, aumentando más aún su buena reputación. Les tenía a todos deslumbrados, sobre todo a ellas. Entre esa mirada hipnotizante, ese halo de santidad y esos treinta centímetros de pene… Sí, eso es lo que se decía. No había mujer que se resistiese a este monje loco. Si a todo esto le añadimos que también tenía fama de disponer de una energía sexual inagotable, es normal que todas cayesen rendidas a su figura.
Bajo este influjo también cayó el archimandrita Teófanes, rector de la Academia de Teología de San Petersburgo y confesor de la zarina. No, no por el de sus treinta centímetros. Por el otro, por su faceta de santo sanador. Tan fascinado le dejó que le abrió las puertas a los salones y fiestas de la alta aristocracia rusa. Fiestas a las que eran muy asiduas las duquesas Militsa y Anastasia de Montenegro. Ellas fueron las que le introdujeron, a su vez, en el palacio imperial donde los zares Nicolás II y Alejandra Fiódorovna permanecían recluidos.
Rasputín en el palacio imperial
Nicolás II y Alejandra se establecieron en el palacio de Alejandro, cerca de San Petersburgo, con la esperanza de ocultar que su hijo Alekséi Nikoláyevich tenía hemofilia. ¿Por qué había que ocultarlo? Porque de los cinco hijos que tuvo la pareja, él era el varón y, por lo tanto, heredero al trono. Si este dato salía a la luz, se le podría invalidar como sucesor al trono.
Así que no era raro que teniendo al famoso sanador por palacio, ante una de las muchas crisis que sufría su hijo, le pidieran ayuda. Y para su sorpresa, mejoró. Unos dicen que lo hizo con hipnosis, otros que imponiendo sus manos y rezando. La cuestión es que demostró en repetidas ocasiones que era capaz de aliviarle el dolor. Por lo que acabó convirtiéndose en su médico personal y ganándose la confianza de los zares.
Rumores, rumores
Les encandiló a ambos, sobre todo a ella, a Alejandra. Aunque no era de extrañar, tenía todas las papeletas para ello. Era una mujer piadosa, religiosa, afligida por la enfermedad de su hijo y desesperada por verle sufrir. Y entonces llega a palacio un monje que resulta ser el único capaz de aliviarle el dolor a su hijo.
Tal era su devoción hacia él, que se daba por hecho que ambos eran amantes. Yo este dato ni lo confirmo ni lo desmiento. Como tampoco los rumores que circulaban sobre las orgías que se montaba con las doncellas de palacio. Lo único que se puede confirmar, era su asiduidad a solicitar los servicios de prostitutas. Así lo registraron sus guardaespaldas. Aunque en este punto hay quienes mantienen que requería de sus servicios sólo para que se desnudaran y tumbarse a su lado. Una especie de ejercicio para vencer la tentación.
El asesinato de Rasputín en tres actos
¿Que por qué tenía guardaespaldas? Porque cada día tenía más poder y cada vez metía más baza en las decisiones de palacio. Y claro, eso generó unas cuantas envidias y enemistades. Y los zares lo que no querían, bajo ningún concepto, era quedarse sin el médico de su hijo. Por lo que le pusieron escolta para protegerle. Aunque el 30 de diciembre de 1916, su escolta no sirvió para mucho. Esa noche acude a una supuesta fiesta a casa del príncipe Félix Yussupov. Pero de fiesta, nada de nada. Fue una encerrona de Félix y sus cómplices, el diputado Purishkévich y el gran duque Dimitri, para acabar con él.
Cuando llega Rasputín, Félix le conduce al sótano donde le indica que espere al resto de invitados. Para emenizar dicha espera le ofrece pasteles y vino envenenados con cianuro. Como aquello parece que no le hace ningún efecto, empieza a perder los nervios y le pega un tiro. Pero como no estaba muerto, le pegan otros cuatro tiros. Por último, cogen el cuerpo, lo atan y lo arrojan por un agujero en el hielo al río.
¿Qué pasó con el pene de Rasputín?
Pues la versión más extendida cuenta que, aquella noche, en aquella casa, además de envenenarle, pegarle cuatro tiros y golpearle la cabeza con un hierro, también le cortaron los genitales. Y la doncella que tuvo que limpiar aquel desaguisado, se lo guardó y se lo entregó a uno de sus familiares que lo llevó a Francia. La otra versión sostiene que, como el cuerpo de Rasputín fue encontrado con todo al completo, el desmembramiento se produjo después de realizarle la autopsia por una de sus admiradoras que se lo quedó de recuerdo.
Sea como fuere, al pene se le pierde la pista hasta 1920. Ahí vuelve a reaparecer gracias a un grupo de mujeres que lo adquirió para venerarlo, puesto que estaban convencidas de que tenía poderes y atraía la fertilidad. Cuando esta historia llega a oídos de la hija de Rasputín, a María, reclama tan peculiar reliquia familiar. Y en teoría lo conservó hasta que murió en 1977.
No se vuelve a saber nada de él hasta 1994. Ese año, un señor llamado Michael Augustine aseguró que había comprado un lote de pertenencias de María, entre las que se encontraba, por casualidad, tan descumunal pieza. La historia debía de tener algo de consistencia porque logró vendérselo a la casa de subastas Bonhams. Sin embargo, cuando realizaron los análisis correspondientes para comprobar la autenticidad del pene, que digo yo que eso se podría hacer antes, descubrieron que les habían dado gato por liebre. En este caso, pepino de mar por pene descomunal.
La clínica del doctor Igor Kniazkin
Ahí es donde hoy podemos contemplar el pene de Rasputín, o eso es al menos es lo que asegura el director del museo, el doctor Igor Kniazkin, médico jefe del Centro de Próstata de la Academia rusa de las Ciencias. En 2004 el doctor Igor abrió el museo erótico en su clínica de la calle Furshtadskaya de San Petersburgo con más de 12000 artículos entre los que se encuentra la joya de la corona. El pene de Rasputín. Según cuenta, se lo compró a un anticuario francés por unos 8.000 dólores.
Aunque las malas lenguas dicen que ese pene bañado en formol que se expone en el museo pertenece a un caballo, no a Rasputín. No sé si será verdad o es solo envidia. Si alguna vez pasáis por allí, espero vuestra opinión.
Fuentes:
Carla Mila dice
Lo que si es cierto es que se conserva en un gran frasco, no podía ser menos, y está en un museo.
Menuda visita más curiosa….
Buen artículo. Cómo no podría ser menos.
Feliz semana!!
Saludos.
http://www.carlamila.es
Maryasexora dice
No sé si algún día tendré la oportunidad de viajar hasta allí, pero si lo hago, sin duda este museo sería una de mis visitas obligadas.
Gracias.
Feliz semana.
Besicos.
Ester Álvarez G. dice
Aunque esta historia ya la conocía porque escribí hace tiempo sobre Rasputín para Más Allá del Placer, siempre es un placer leerte. 😉
Sin duda debió ser interesante conocer a este hombre, jaja 😀
Besitos!
Maryasexora dice
Con el yuyu que me ha dado siempre su mirada, si hubiera tenido la oportunidad de conocerle, no sé si hubiese sido de las que caían rendidas a su encanto o hubiera salido corriendo, jajaja.
¡Es verdad! hace un par de años escribiste sobre él: https://masalladelplacer.com/rasputin-la-leyenda-de-un-pene/
Muchas gracias por la visita.
Besicos.
Ester Álvarez G. dice
Jaja 😀 A mí también me impone mucho su mirada y esa cara tan seria O_O
Gracias por compartir el enlace a mi artículo 😉