Hoy vamos a hablar de un viejo oficio: las remendadoras de virgos. Mujeres que se dedicaban a «reconstruir la virginidad» de las doncellas.
No os quiero volver a dar la turra con el témino de la virginidad porque ya sabemos, o deberíamos saber, que este concepto no tiene nada que ver con tener o no tener himen.
Pero desafortunadamente, durante muchísimo tiempo se ha creído que tener un himen íntegro era sinónimo de virginidad, de pureza. Por tanto, un himen intacto era el bien más preciado que una podía poseer y, por otro lado, que una familia podía ofrecer. Más que nada porque eso aumentaba el caché de la niña a la hora de colocarla. Sí, suena a lo que es, a business is business.
Y es que el negocio de la reparación de virgos existe desde que la honra, virtud, decencia… de la mujer se mide en función del estado de una membrana que recubre, total o parcialmente, la abertura vaginal.
¿A que dicho así suena muy ridículo todo? Pues esto es lo que nos han hecho creer toda la vida. Que por cierto, si a lo largo de la historia se le hubiese dado tanta importancia al clítoris como se le ha otorgado a la dichosa membrana, otro gallo nos cantaría… Pero bueno, centrémonos en el tema.
Remendadoras de virgos
Lo primero es asumir que esto de la himenoplastia, la cirugía para la reconstrucción y/o reparación del himen, no nos lo acabamos de inventar. No es reciente.
Que va, esto viene de lejos. Lo que pasa es que ahora se practica en clínicas de estética o similar, con todas las garantías sanitarias (se supone), por algo más de mil euros, y antes lo practicaban las mujeres de los banjos fondos, alcahuetas, curanderas e incluso prostitutas, un poco de aquella manera.
Y si hablamos de alcahuetas, imagino que la primera y, seguramente, la única que os viene a la cabeza es La Celestina.
Esta obra, además de ser uno de los posibles orígenes de la expresión llevar al huerto, también nos cuenta cómo estas mujeres realizaban esta labor.
Técnicas de himenoplastia
Básicamente, las técnicas utilizadas se pueden agrupar en dos: remendar o simular el sangrado.
Nuestra Celestina, como buena experta en esto de la reconstrucción de virgos, utilizaba ambas técnicas, supongo, que en función de la ocasión.
Esto de los virgos, unos hacía de vejiga y otros curaba de punto. Tenía en un tabladillo, en una cajuela pintada, unas agujas delgadas de pellijeros, y hilos de seda encerados y colgadas allí raíces de hojaplasma y fuste sanguino, cebolla albarrana y cepacaballo. Hacía con esto maravillas, que cuando vino por aquí el embajador francés, tres veces vendió como virgen una criada que tenía.
La Celestina.
Sí, remendar es lo que estáis pensando. Coser, zurcir. Agarrar aguja e hilo de pellejos y ponerse al lío.
En cuanto a simular el sangrado, aquí se ponían un poco más creativas y la cosa variaba entre introducir pequeñas vejigas rellenas de sangre, vísceras de animales con sangre o algo similar que pudiera simular el acto de «manchar» durante el coito.
Pero para las más atrevidas, también existía la opción de introducir sanguijuelas.
Y con esta maravillosa imagen incrutada en vuestros más oscuros pensamientos, me despido. La podéis utilizar por si conocéis a alguien que se plantee una reconstrucción de himen por estética o capricho…
Fuentes:
- Enrique Montero Cartelle y María Cruz Herrero Ingelmo. Universidad de Valladolid. La ‘renovación de novias’ en La Celestinay otros autores.
Carla Mila dice
Qué curioso!
Menuda profesión!
Si es que ya no sé con qué nos vas a sorprender cada lunes.
Gracias por compartir y feliz semana
Saludos.
Maryasexora dice
Jajaja, gracias a ti por la visita.
Feliz semana!
Besicos.
Ester Álvarez G. dice
Pues sí, aún recuerdo a la Celestina, jaja. 😀
Ahora lo de las sanguijuelas me ha dado repelús. 🙁
¡Gracias por el post y besitos!
Maryasexora dice
A muchos nos tocó leer el libro en el cole/insti.
No me extraña, a mí me parecen unos bichos de lo más desagradables…
Muchas gracias a ti por la visita.
Besicos.