San Foutin es un claro ejemplo de devoción cristiana que surge de la nada. Vaya, que raro… Aunque para ser justos, más que surgir de la nada, en verdad se crea a partir de un error lingüístico. Os explico.
San Potino
Potino es el señor con el que empieza esta historia. Potino es considerado el primer obispo de Lyon, Francia. Pero además de obispo, fue mártir. De hecho, murió el 2 junio (día que se celebra su festividad) del año 177 como consecuencia de las heridas que sufrió durante su martirio. Y sí, San Portino es el que aparece representado en la vidriera de este post.
Ahora bien, ¿por qué un obispo nonagenario martirizado es el protagonista de la sección de Sexo divino de esta semana? Como os decía antes, por un error lingüístico.
En latín, Potino es Photinus. Como Photinus y Foutin guardan cierto parecido, pasamos de llamarle Photinus a Foutin. Porque los hispanohablantes somos así ?♀️. Resulta que a su vez, Foutin, guarda cierta relación con foutre, que en francés medieval significaba follar. Y de esta manera tan tonta, ya tenemos montada la película.
Sin comerlo ni beberlo, el pobre mártir de Potino pasa a ser venerado como Foutin. Nombre que, como guarda cierta relación con la palabra follar, pues debía conceder la fertilidad y potenciar la virilidad de los hombres. Porque como todos sabemos, nuestros nombres nos otorgan poderes supremos… Y ya que nos ponemos a montarnos historias, pues lo aderezamos todo con unos cuantos milagros por aquí y por allá y listo. Ya tenemos inventada… perdón, quería decir… creada una nueva devoción.
Devoción a San Foutin
Su santuario se encontraba en Varages, Francia. Hasta allí acudían sus devotos para dejarle como ofrenda falos de cera. Estos exvotos se iban colgando por el techo y los muros de la iglesia. Su decoración tenía que ser digna de ver…
Pero no solo se le veneraba en Varages, en Embrun, en los Altos Alpes, también se honraba una reliquia suya. Un pene erecto de dimensiones considerables. No me preguntéis cómo el pene amputado de una momia puede ser considerado «erecto». Lo que hacían sus fervientes seguidores era derramar sobre la reliquia un poco de vino tinto que luego recogían en una bandeja. Ese vino «bendecido» se dejaba agriar para convertirlo en «vinagre santo». Y ya ese vinagre se podía beber o aplicar en los genitales como vigorizante y/o potenciador de la fertilidad.
Las virutas de San Foutin
Pero dentro de su culto, lo que más triunfaba eran las virutas de su falo. Muchas devotas iban más allá del «vinagre santo» y lo que hacían directamente era raspar el pene del santo para sacarle algunas virutillas con las que luego condimentaban las comidas de sus maridos con el fin de depertar su vigor sexual. Y ahora se hace cola durante días solo para poder besar el pie de una imagen religiosa y ni si quiera por foot fetish. Yo no digo nada, pero se están perdiendo las buenas constumbres. Luego que por qué no vamos a misa…
El caso es que lo mejor de todo esto es que, a pesar de que la gente se empeñase en recortarle su miembro, este no menguaba nunca. ¡Oh! ¡Milagro! ¡Milagro!
Pues va a ser que no. Más que milagro era negocio. El truco estaba en que las figuras que representaban a San Foutin tenían un orificio a la altura de los genitales. En ese orificio se colocaba una estaca con forma de pene. Cuando el falo iba perdiendo sus dimensiones originales, los sacerdotes, lejos de enfadarse por mancillar su santa figura, lo que hacían era darle un golpecito a la estaca por detrás y apañao. Y cuando la estaca ya no daba para más, la sustituían por otra y aquí no ha pasado nada.
Sí, habéis entendido bien, le metían un falo por detrás a la estatuilla que le sobresalía por delante, las señoras se lo limaban y los sacerdotes seguían empujando el falo de madera desde atrás. No sé que veis aquí que pueda resultar sórdido.
Esta práctica se siguió realizando hasta el siglo XVIII. Al parecer, tras la Revolución francesa las representaciones de nuestro querido San Foutin desaparecieron y quedaron en el olvido.
Fuentes:
Muy bueno!
Me he reido mucho.
Los monjes actuaban como la viagra, no?
Genial, sencillamente genial
Un saludo y feliz semana!
Carla Mila
jajaja, un poco sí.
Me alegro que disfrutases leyéndolo.
Feliz semana.
Besicos.
Muy interesante historia, sí señor. Lo que no me ha quedado muy claro es al final qué rasparían estas señoras para aderezar las comidas… ¿un palo de madera? Bueno si era así me da menos asquito lo de las virutas, jaja 😀
Gracias por contarnos. Un beso!
Pues si te digo la verdad, entre las virutas o el vinagre santo lo mejor que les podía pasar era que todo acabase en el olvido y que dejasen de aderezar las comidas. Por lo menos su estómago saldría ganando, jajaja.
Gracias a ti por la visita.
Besicos.