Agnodice de Atenas tenía un objetivo: ser ginecóloga. Y lo consiguió. Fue la primera ginecóloga de la historia, allá por el 300 a.C. Aunque eso sí, no lo tuvo nada fácil. Si queréis conocer su historia, ya sabéis, seguid leyendo.
Antes de empezar con esta nueva entrega de Ilustres del sexo, os tengo que advertir que, nuestra protagonista, se encuentra entre la leyenda y la realidad. Es decir, no se sabe a ciencia cierta si su historia es real o es más bien un mito. Como se sabe más bien poco de su vida y averiguar la verdad a estas alturas es bastante complicado, yo quiero pensar que la historia de Agnodice fue real y que ocurrió, más o menos, tal y como os la voy a contar.
Agnodice, de vocación: ginecóloga
Aunque no se conozca la fecha exacta de su nacimiento, fue en algún momento del siglo IV a.C., sí que se sabe que nació en el seno de una familia de bien de Atenas. En lo que tampoco hay dudas es que desde siempre tuvo clara su vocación: la medicina. ¿Cuál es el problema? Que en la antigua Grecia, en aquellos años, no se permitía a las mujeres estudiar medicina. La labor sanitaria de la mujer se limitaba al ámbito privado. Ejercían y acumulaban experiencia como «sanitarias» o parteras, dentro del ámbito doméstico, como otra de las muchas actividades y/o funciones que realizaban como madres, amas de casa, cuidadoras… Pero oficialmente, no podían acceder a los estudios de medicina. Sin embargo, a Agnodice se le puso en las narices (y bien que hizo) que ella quería estudiar medicina, y con la ayuda de su padre, lo consiguió.
Estudios en Alejandría
Como ya os he dicho, Agnodice nació en una familia de bien, de la alta sociedad ateniense. Y claro, eso tiene sus ventajas como, entre otras cosas, poder permitirse mandar a la niña a estudiar al extranjero bajo la tutela de uno de los mejores anatomistas de la época. En concreto, a Alejandría con Herófilo de Calcedonia.
Eso sí, se marchó aparentando ser un hombre. Se cortó el pelo, se vendó el pecho y adoptó una vestimenta masculina. Una apariencia que tuvo que mantener hasta que obtuvo su título de ginecología, y que siguió usando cuando regresó a Atenas para poder ejercer su profesión.
Agnodice ginecóloga
Pese a que ejercía su labor bajo la apariencia de hombre, en alguna que otra ocasión, reveló su verdadera identidad a alguna de sus pacientes para ganarse así su confianza. Y vaya que si se la ganó. Tanto es así que, gracias al boca a boca, su consulta siempre estaba llena. Pero este éxito le acarreó una nueva traba: la envidia de sus colegas de profesión.
¿Cómo se materializó esta envidia? Pues en foma de acusación. Como no la podían acusar de mala praxis, porque era buena en su trabajo, hicieron correr el rumor de que se extralimitaba en el acercamiento con sus pacientes. Vamos, que empezaron a insinuar que abusaba de sus pacientes. El problema es que estos rumores no se quedaron en eso, en meros rumores. Aquel bulo acabó en acusación formal de violación ante un tribunal.
Agnodice a juicio
En principio, podríamos pensar que defenderse de esta acusación era bien fácil, ¿no? Tan sólo tendría que quitarse el disfraz de hombre y sacar a la luz su verdadera identidad. El dilema estaba en que esa estrategia generaría una nueva acusación que conllevaba otro castigo: la condena a muerte por ejercer la medicina siendo mujer.
Es decir, sólo tenía dos salidas. O dejaba que «sus colegas» se saliesen con la suya y asumía la acusación de violación, o destapaba el pastel y confesaba que era una mujer que ejercía la medicina. ¿Qué creéis que hizo? ¿Agachar la cabeza y comerse una acusación falsa o decir la verdad? Efectivamente, optó por decir la verdad. Ni corta ni perezosa, se desnudó delante de aquel tribunal para demostrar que era una mujer y que las acusaciones por las que estaba siendo juzgada eran falsas. Caso cerrado. Aunque, como era de esperar, inmediatamente se abrió una nueva causa con una nueva sentencia: la condenada a muerte por ejercer la medicina.
Movilización de sus pacientes
Que no cunda el pánico porque, ya os adelanto que, nuestra ilustre consigue tener un final feliz. Y es que, gracias a la presión y a las protestas de sus pacientes, algunas de las cuales eran las esposas de los hombres que la estaban juzgando, consiguieron que, finalmente, la absolvieran y pudiera continuar con su labor. Pero no sólo consiguieron esta hazana. Esta rebelión dio un fruto mayor tan sólo un año después. La derogación de la ley que prohibía a las mujeres estudiar medicina. Aunque eso sí, no fue una victoria completa porque seguieron manteniendo la limitación de que sólo podían atender a otras mujeres. Pero algo es algo.
Fuentes:
Carla Mila dice
Manda narices. Hacer tanto por las mujeres y tener que hacerse pasar por un hombre.
Un artículo muy interesante para comenzar bien la semana.
Muchas Gracias Mary por compartirlo.
Gracias de corazón
Saludos
Maryasexora dice
Gracias a ti por la visita y por comentarlo, Carla.
Besicos.
Anónimo dice
¡Ay madre, qué mal lo he pasado! Pensaba que al final iba a ser condenada, después de tener que hacerse pasar por hombre para poder ayudar a otras mujeres. Realidad o no, el personaje me ha dejado loca.
¡Gracias!
Besitos,
Carmen
Maryasexora dice
A veces, la vida, también nos regala finales felices y este es uno de esos casos.
Gracias a ti por la visita.
Un saludo.
Ester Álvarez G. dice
Gracias una vez más por ilustrarnos. No conocía a esta mujer y apuesto a que sí que existió y muchas más como ella, aunque hayan intentado borrarlas de la Historia.
Besitos!! 🙂
Maryasexora dice
Me encanta cuando te descubro un personaje nuevo porque, con lo que también te gusta a ti la historia, sorprenderte en esta sección es muy complicado, jajaja.
Aunque intenten borrarlas de la Historia, siempre habrá alguien dispuesto a rescatarlas y darles voz.
Besicos.
David Rubio Sánchez dice
¡Menuda historia, Mary! Jo, la tesitura del juicio era como saltar de las brasas para caer en las llamas. Menuda disyuntiva. Menos mal que sus pacientes fueron capaces de darle la vuelta a semejante infamia. Episodios como estos nos hacen darnos cuenta de dónde venimos y todo lo conseguido. Aunque todavía falte.
Me encanta esta sección. Un abrazo!
Maryasexora dice
La pobre lo pasó mal para poder cumplir su sueño, pero por suerte, lo pudo conseguir y tuvo un final feliz. La pena es la cantidad de mujeres que no han tenido tanta «suerte» de poder ejercer su vocación.
Como siempre, muchísimas gracias por tus palabras David.
Besicos.