Hay historias que no pueden caer en el olvido, y la de Elena de Céspedes es un ejemplo de ello. Se le asignó como mujer al nacer, pero vivió como hombre casi toda su vida. Tuvo un hijo, fue soldado, se casó con una mujer, fue condenada por el Santo Oficio y es considerada la primera cirujana de España.
Elena era hija de Benito de Medina y Francisca de Medina. No, no es que sus padres fueran hermanos o familia y por eso compartieran el mismo apellido. Es que Benito era un acaudalado comerciante y Francisca era su esclava, por eso ella tenía el apellido de él, porque era propiedad de él. Y por eso, aunque aún no os lo había dicho, Elena era mulata, porque su madre era de origen africano. No se sabe si nació en 1545 o 1546, pero sí se sabe que nació en la localidad de Alhama de Granada.
Como de su infancia no se sabe mucho más, tenemos que dar un salto en el tiempo hasta plantarnos en su adolescencia. También damos un salto en el espacio y abandonamos Alhama de Granada para situarnos en Jaén. Es allí cuando con, aproximadamente, unos 15-16 años es obligada a casarse con un albañil llamado Cristóbal de Lombardo. Aquel matrimonio duró lo que tardó «el bueno» de Cristóbal en enterarse de que Elena estaba embarazada y recordar que tenía que ir a por tabaco…
Elena de Céspedes empieza a vivir como Eleno de Céspedes
Sola, sin padres y sin marido, decide desentenderse de su hijo y lo deja con una familia a su paso por Sevilla. Y así, sin ningún tipo de atadura ni lazo familiar, comienza una tourné por varias ciudades andaluzas realizando varios trabajos, entre otros, de tejedora, calcetera y sastre. Porque lo que se dice una vida laboral estable, estable, no es que tuviera. Más bien iba dando tumbos de un lado a otro.
Tampoco es que se pueda decir que se rodeara de muy buena compañía. Para que os hagáis una idea, la llegaron a encarcelar por apuñalar a un hombre. Y es a su salida de la cárcel cuando decide abandonar definitivamente a Elena de Céspedes y empezar a vivir como Eleno de Céspedes. Comienza a vestir como un hombre y a desarrollar «trabajos masculinos» (pastor, mozo…). Es más, cuando estalla la Guerra de las Alpujarras, también conocida como guerra de los moriscos, consigue alistarse como soldado para participar en la contienda.
Cirujana
Tras la revuelta vuelve a intentar ganarse la vida desempeñando diferentes trabajos en distintas ciudades, hasta que llega a Madrid. Es en la capital donde conoce a un cirujano que le enseña el oficio. Tuvo que aprenderlo realmente bien porque llegó a trabajar para la Corte. Pero como la envidia es muy mala, muchos cirujanos empezaron a acusarla de intrusismo y no le quedó más remedio que marcharse de Madrid para poder seguir realizando su trabajo, comenzando un nuevo periplo por las localidades del sur de Madrid.
Se enamora de María del Caño
Es una de estas localidades, en Ciempozuelos, donde se enamora de María del Caño. Como toda pareja de enamorados de la época, llega un día en que deciden formalizar su relación y casarse. ¿Qué pasa? Que por aquel entonces, para poder casarse había que pedir una licencia de matrimonio. Licencia que se pedía al Vicario General de la provincia donde se realizase la ceremonia, en este caso, el de Madrid. Y aquí empiezan los problemas, porque al señor vicario, Elena de Céspedes no le parece muy varonil. No tiene barba, tiene una voz aguda, unos rasgos finos… Vamos, que le entran las dudas y solicita que le realice un examen genital, nada más y nada menos que Francisco Díaz de Alcalá, autor del primer tratado de urología. Este determinó que tenía genitalidad masculina y que, por tanto, era varón.
Con el visto bueno del examen médico, se le otorga la licencia de matrimonio para que puedan publicar las amonestaciones. Por si hay alguien que esté viviendo en pecado o no se haya casado por la iglesia (¡vergüenza!) y no sepa qué es esto de las amonestaciones, cuando una pareja decide casarse por la iglesia, meses antes de la boda, se pone un aviso en el tablón de anuncios de la iglesia indicando los datos de los contrayentes y la fecha de boda. De esta manera, si alguien tuviera algún motivo para impedir la boda, lo puede manifestar. Y eso fue justo lo que le pasó a nuestro ilustre, que salió una tercera en discordia diciendo que Eleno no se podía casar porque ya se había comprometido antes con ella. Aunque por suerte para nuestro protagonista, la cosa no llegó a más y, finalmente, Eleno y María contrajeron matrimonio.
Proceso de fe de Elena de Céspedes
A pesar de conseguir el beneplácito de la iglesia y lograr casarse, su historia corrió como la espuma y sin quererlo, se hizo famoso. El problema es que esa fama le costó unos cuantos odios. Odios que un día se materializaron en denuncia, primero ante un tribunal civil y, luego, ante el Santo Oficio.
El proceso inquisitorial se llevó a cabo en en Tribunal de Toledo en 1587 «por vestirse de hombre y contraer matrimonio con María del Caño«. Durante este proceso, a María se le examina para comprobar «si ha conocido a varón». El resultado del examen es positivo. Mientras tanto, a Eleno, que es juzgado como Elena, le vuelven a examinar varios médicos, entre los que se encuentra de nuevo el afamado Francisco Díaz. Sin embargo, en esta ocasión Francisco declara que Elena de Céspedes es una mujer.
Y ahora os preguntaréis, ¿cómo es posible que, el mismo (afamado y reputado) médico que anteriormente concluyó que era varón, ahora diga que es mujer? Pues muy fácil. En vez de asumir algún tipo de error personal, como que la primera vez se limitó a un reconocimiento visual superficial, la acusó de haberle logrado engañar con algún tipo de manipulación quirúrgica o «artificio del demonio». Esta teoría diabólica fue reafirmada por los otros médicos a los que se les pidió que reconocieran a Elena. Todos concluyeron lo mismo, Elena era una mujer y el primer diagnóstico sólo podía ser fruto de malas artes. Así pues, éramos pocos y por estas supuestas artes diabólicas se le añadieron los cargos de hechicería y herejía.
Sentencia
¿Cómo acabó todo este proceso? Con 200 azotes y la obligación de trabajar diez años en un hospital sin cobrar y vestida de mujer.
…mandamos que en pena de sus delictos para que a ella sea castigo y a otros exemplo para no cometer semejantes embustes y engaños salga al presente auto de la fee en forma de penitente caroza y insignias que manifiesten su delicto donde se le lea esa sentencia y abjura de levi, y otro día se le den cien azotes por las calles públicas desta ciudad y otros ciento por las de la villa de Cienpozuelos en la forma acostumbrada donde también se le torne a leer esta sentencia en la iglesia parrochial de la diccha villa un día de domingo o fiesta, y esté reclusa por diez años en el hospital que por nos le será señalado para que sirva sin sueldo en las enfermerías dél, lo cual todo haga y cumpla so pena que será castigada con todo rigor y por esta nuestra sentencia definitiva assi lo pronunciamos y mandamos en estos escritos…
Proceso de fe de Elena de Céspedes, alias Eleno de Céspedes, natural de Alama y residente en Ocaña (Toledo), esclava y después libre, de oficio tejedora, sastre, calcetera, soldado y cirujana, por vestirse de hombre y contraer matrimonio con María del Caño, natural de Ciempozuelos (Madrid) y vecina de Yepes (Toledo)
Fuentes:
Ester Álvarez G. dice
Gracias como siempre por ilustrarnos 😉
Besitos!
Maryasexora dice
Gracias a ti por la visita, como siempre.
David Rubio Sánchez dice
Impresionante vida la que nos traes, Mary. Desconocía por completo a esta personalidad y desde luego me ha atrapado… y me deja dándole vueltas a cómo pudo engañar a ese cirujano. La verdad es que se me ocurren varias ideas truculentas, je, je, je…
Pero la anécdota no puede hacernos olvidar cuántas infamias hemos cometido como civilización. Cuánto dolor han causado esas ideas trasnochadas y esa imperdonable manía de impedir a cada cual vivir como desea y a sentirse como quiera.
Hoy nos causa horror el castigo injusto a la que se vio sometida, espero que nunca olvidemos lecciones de vida como la de Eleno.
Una sección maravillosa la que nos regalas.
Un abrazo!!
Maryasexora dice
Por eso me gusta tanto la sección de Ilustres, porque siempre hay alguien al que le acabo de descubrir el personaje.
Imagino que el primer reconocimiento tuvo que ser algo muy ligero, mirar un poco por encima y poco más. Ya sabes que cuando vas al médico algunos ni te miran a la cara, pues algo de eso tuvo que suceder, porque yo tampoco me explico si no.
Besicos.