Aunque Heliogábalo no entre en la lista de los mejores emperadores de Roma, sí que merece un puesto en nuestra sección de Ilustres del sexo.
A pesar de que su reinado duró sólo cuatro años, le sacó rendimiento. Le dio para mucho. De hecho, sus excentricidades y escándalos son los que le han hecho pasar a la historia como uno de los peores emperadores romanos.
Vario Avito Basiano
En verdad Heliogábalo se llamaba Vario Avito Basiano y nació en el 203 en Emesa, Siria.
Allí creció y ejerció como sumo sacerdote del dios El-Gabal, una antigua deidad solar siria. Por eso, Vario Avito es más conocido como Heliogábalo que como Vario, porque El-Gabal en latín es Elagabalus, Heliogábalo.
Y supongo que si hubiera seguido ejerciendo de sacerdote en Emesa, su vida hubiese pasado sin pena ni gloria. Pero a su abuela materna se le puso en las narices que su niño merecía algo más.
Ya sabemos que para cualquier abuela su nieto es el más guapo, el más listo y el más mejor del mundo. Pues eso mismo debía pensar Julia Mesa de su nieto. Que lo de ser sacerdote no estaba mal, pero mejor convertirse en emperador.
Aunque para ser sinceros, más que el amor de abuela, lo que movía a la «yaya» era el deseo de volver a recuperar el poder. Ella era viuda de un cónsul y tía del emperador Caracalla. Pero cuando asesinaron a Caracalla, ella y el resto de su familia tuvo que exiliarse a Siria.
Desde aquí, empezó a elaborar su plan para derrocar al emperador Macrino, el sucesor de Caracalla y, al parecer, uno de los que estaban detrás de su asesinato.
Marco Aurelio Antonino Augusto
¿Cuál era ese plan? Fácil. Lanzar el rumor de que su nieto Heligábalo era hijo ilegítimo de Caracalla y, por tanto, heredero al trono.
Y a todo esto, ¿qué es lo que decía el verdadero padre de la criatura, Sexto Vario Marcelo? Pues no lo sé, pero por lo que se ve, entre poco y nada, porque el plan salió adelante y, encima, el bulo tuvo el efecto deseado.
Algunas legiones le empezaron a apoyar en la lucha al trono contra Macrino. No porque le vieran como el legítimo heredero, si no porque Macrino les estaba empezando a tocar el bolsillo.
Al final, ambos ejércitos se enfrentaron en junio de 218. Como os podéis imaginar, el ganador de aquel enfrentamiento fue nuestro protagonista. Y así fue como Heliogábalo, con tan solo catorce años, se convirtió en Marco Aurelio Antonino Augusto. El nuevo emperador de Roma.
Los líos de Heliogábalo
Como os decía, su mandato duró cuatro años, bueno, para ser exacta, tres años, nueve meses y cuatro días, pero los aprovechó a lo grande.
Como contaros todos sus escándalos es imposible, primero os enumero algunos de ello y luego me centro un poco más en sus líos y vida sexual. Los motivos por los que ha entrado en nuestra lista de Ilustres.
Escándalos varios
En el tomo II de Historia Augusta, la colección de biografías de emperadores romanos, Elio Lampridio le dedica una entrada. Entre los muchos escándalos que nos cuenta en esa obra, he seleccionado estos:
- Permitió la entrada de mujeres en el Senado. No todo iba a ser malo.
- En algunos banquetes hacía que cayesen, a través de tablillas, violetas y otras flores. ¿Y eso qué tiene de malo? Pues que en más de una ocasión, algún que otro comensal acabó muriendo asfixiado.
- Realizó batallas navales en canales llenos de vino. Yo a esto me apuntaba.
- A veces, tras emborrachar a sus amigos, los metía en una habitación con leones domesticados para asustarles un poco y echarse una risas. Ya sabéis, la típica bromilla entre colegas.
- En los viajes llevaba una comitiva de seiscientos carruajes. Riete tú de utilizar el avión presidencial para ir a un festival o a jugar al golf.
- Tenían que echar polvo de oro y plata en el pórtico por el que paseaba. Yo me conformo con no pisar un chicle.
Y por último, el que más me ha gustado:
Adoración al dios Sol por encima de Júpiter
Que Heliogábalo siguiese adorando a El-Gabal, bueno… tenía un pase. Que impusiese su adoración a los romanos, ya empezaba a mosquear. Pero que encima quisiera que El-Gabal reemplazara a Júpiter, ufff… eso ya eran palabras mayores.
No conforme con esto, además, por tocarles un poco más la religión, se casó con una sacerdotisa de la diosa Vestal. ¿Y esto qué tiene de malo? Pues que las vestales debían mantenerse vírgenes hasta el final de su sacerdocio. Si una vestal «perdía la virginidad», era enterrada viva y el hombre era azotado en público y condenado a muerte. Salvo Heliogábalo, que lo hizo por una buena causa. Tener niños divinos.
Emperador de día, prostituto de noche
Heliogábalo ejerció la prostitución. Y por lo que nos cuenta Dion Casio en su Historia romana, lo hacía de manera abierta. Vamos, que no lo ocultuba ni un poquito.
Iba a las tabernas por la noche, llevando una peluca, y ejercía el oficio de vendedor ambulante femenino. Frecuentaba los burdeles más famosos, expulsaba a las prostitutas y ejercía él mismo como prostituta. Finalmente, apartó una cámara en el palacio y allí cometía sus indecencias, permaneciendo siempre desnudo a la puerta de la habitación, como hacen las putas, y agitando las cortinas que colgaban de anillos de oro, mientras con voz suave y meliflua solicitaba a los que pasaban por allí.
Pasaje de: Dion Casio. “Historia romana: Epítomes de los libros LXXI a LXXX”.
Heliogábalo, reina de Roma
Se casó con varias mujeres, pero también con hombres y disfrutaba ejerciendo su papel de esposa y reina. Incluso a su favorito, Hierocles, le quiso nombrar César. Algo que no coló ni de lejos.
Que mantuviera relaciones homosexuales, no era lo que veían con malos ojos sus conciudadanos. No era ni el primer ni el último romano que las tenía. Pero que desempeñase el papel de pasivo ya era otro cantar.
Se maquillaba los ojos, se depilaba, hacía que su marido le sorprendiese en adulterio para que le golpease y lucía con orgullo los moratones que le provocaba. Incluso quiso cambiar de sexo. De hecho, Heliogábalo es considerado el primer caso de petición de cambio de sexo.
El fin de Heliogábalo
Como os podéis imaginar, al final agotó la paciencia de demasiada gente y su propia guardia pretoriana fue la encargada de asesinarle con tan solo dieciocho años. Y, ¿a que no sabéis quién colaboró en este asesinato? Su propia abuela.
Si morir ahogado en unas letrinas tiene que ser un tanto desagradable, lo que le hicieron a su cuerpo inerte no fue mejor. Después de asesinarle, arrastraron su cuerpo por toda la ciudad, cuando se cansaron lo intentaron tirar a una cloaca, pero como era muy estrecha, le ataron una piedra y lanzaron su cuerpo al Tíber para que no pudiera ser rescatado y tener sepultura.
El Senado decretó que su nombre fuese eliminado de todos los registros. Se le aplicó la damnatio memoriae o la negación de la memoria.
Fuentes:
- Historia Augusta. Tomo II.
- Historia romana. Libros LXXI-LXXX. Dion Casio
Carla Mila dice
Curioso lo del polvo de oro y lo del de plata…
Vaya tiempos de descontrol.
Gracias por compartir un lunes más tan interesante información.
Saludos y feliz semana!
Maryasexora dice
Gracias a ti por la visita.
Feliz semana!
Besicos.